¿Cómo nació Familia Comepasto?

Una historia de amor por lo natural

Esta historia fue publicada hace 7 años en el antiguo blog, pero ya era necesario hacer una ampliación de la misma. La cantidad de clientes y personas que conocen a Familia Comepasto se ha multiplicado enormemente, lo cual genera curiosidad por los orígenes, hace ya casi 10 años, de este hermoso proyecto.

Cuando hablo de Familia Comepasto no me gusta reducir todo a una simple “empresa” o “tienda” de cosmética natural, pues va mucho más allá. Este es un proyecto educativo, de activismo e incluso filosófico. Nuestra apuesta de valor hacia la sociedad siempre ha intentado ser trascendente: educar al consumidor, motivar a la reflexión, apoyar causas de bienestar animal y humano.

Cuando yo era pequeña, mi mamá trabajaba en el área de producción de una fábrica de gaseosas muy famosa a nivel mundial y desde entonces me inculcó que, antes de comprar cualquier cosa, es importante leer los ingredientes de los que está hecho ese producto.

Muchos años después, por allá en el 2016, cuando mi hija tenía menos de 2 años y con esa misma actitud curiosa, empecé a leer los ingredientes del shampoo y el jabón con el que la bañaba a diario.

Quienes somos madres tenemos una tendencia natural a comprar lo que consideramos “mejor” para nuestros hijos, dentro de nuestras posibilidades. Así que de una u otra forma y sin cuestionar nada, me sentía tranquila con las marcas de cuidado personal que compraba para ella.

Mi sorpresa al leer los ingredientes es que no entendía nada más allá de “water” (agua), así que recurrí a Google para buscar uno a uno esos compuestos… y mi vida cambió, literalmente, en ese momento. Después de revisar sus productos, pasé a los míos: el acondicionador, el jabón, el desodorante, el talco… y, mientras los leía, investigaba como loca buscando la forma de sacar todos esos químicos de mi hogar. Era como si estuviese aprendiendo un nuevo idioma. Había encontrado mi misión en este mundo, sin darme cuenta en un comienzo.

Así nació Familia Comepasto: de la curiosidad y el inconformismo. Un día tomé la decisión radical de sacar de mi casa cualquier producto de cuidado personal que fuese tóxico.

El camino no fue fácil, en absoluto. Hace casi 10 años no existían tantísimas alternativas e información como hoy, así que me emocionaba al encontrar alguna marca en internet que se promocionaba como natural, pedía sus productos y la decepción era gigante al recibirlos y corroborar que, aunque tenían extractos naturales, la base seguía siendo de síntesis química y, en muchos casos, tóxica. Hoy esto tiene un nombre: greenwashing.

En ese entonces era estudiante de filosofía y letras, pero comencé a adentrarme más en el mundo de la química y a buscar recetas en internet para hacer yo misma los productos de aseo personal.

Ya estaba cansada de tirar a la basura el poco dinero del que disponía, teniendo en cuenta que era estudiante y madre soltera. Así que fui a la casa de mi mamá y, muy seria, le dije: “mami, tenemos que empezar a hacer los jabones de Sofía”. Ella aceptó el reto encantada y comenzamos a experimentar en la cocina. En mi mente todavía no se había sembrado la idea de dedicarme a esto por completo, solo me movía el entusiasmo que supone descubrir algo y querer un cambio a raíz de ello.

Mi mamá es química de profesión, pero nunca había trabajado en temas relacionados con la cosmética natural. Así que, aunque seguíamos al pie de la letra las recetas que encontrábamos, al final obteníamos de todo, menos jabón. Era muy decepcionante y motivante al mismo tiempo.

También recuerdo que, a la par de los jabones, yo experimentaba sola en mi casa con fórmulas de shampoo a base de bicarbonato o frutas. Con mis inventos, el cabello me quedaba tosco y sucio: un total desastre del que hoy me río al recordar.

Ella es una apasionada de la química y una mujer muy inteligente, así que empezó a buscar la razón por la cual no lográbamos conseguir el jabón. Vio, en su investigación, que la jabonería artesanal requiere de un procedimiento excesivamente cuidadoso, así que lo volvimos a intentar mejorando el método y la materia prima

¡Y lo logramos!

Ahora, después de una época de secado de más de 2 meses, tenía conmigo los primeros jabones naturales, gracias a Dios. Los veía tan preciados… como tener un diamante entre mis manos. La felicidad no cabía en mi cuerpo. Esos jabones eran el resultado material de un proceso interno de transformación que estaba llevando a cabo.

Por esa misma época también tomé la decisión de volverme vegana, algo que había tenido en mente durante muchísimo tiempo, que había intentado sin éxito pero que ahora sí estaba preparada para hacerlo. Ser vegano no es solo dejar de comer carne y huevos… implica una transformación de tu vida, tu relación con las demás especies, tu forma de pensar, tus costumbres, tus hábitos de consumo.

Volviendo a los jabones, cuando empecé a usarlos estaba tan maravillada que decidí ofrecerlos entre mis conocidos a través de mi facebook personal. En ese entonces vendía libros y ropa de segunda mano, por lo que tenía una “base de datos” de clientes medianamente grande. Mi sorpresa vino cuando todos los jabones que había ofrecido se vendieron en una noche. ¡Ahora teníamos que hacer más!

A la par de la creación de los jabones, en esa misma época empece a desarrollar para mí misma otros productos naturales: talco, desodorante, pasta dental. Como eran muy efectivos, se me ocurrió que también era una buena idea ofrecerlos.

Ya era momento, entonces, de expandir el negocio y abrir una cuenta en redes sociales solo para él. Entonces apareció otra cuestión: ¿cómo lo iba a llamar? “Pues claro… ¡Familia Comepasto!” pensé un día, después de mucho cavilar, mientras pintaba unas macetas.

Como en esa época este tema no era tan común, a las personas les llamaba muchísimo la atención. Todos querían probar los productos. Incluso llegó un momento en el que me iba muchísimo mejor con Familia Comepasto que con Señor Gruñón (la tienda de libros) y Not Too Vintage (la tienda de ropa).

En un punto, entre mis ocupaciones personales y mi trabajo, tuve que decirme a mí misma: “o trabajas en una sola cosa y lo haces bien o trabajas en las 3 y haces todo a medias”.

¿Adivina con quién me quedé? Con Familia Comepasto. Una decisión radical, pero de la que nunca me voy a arrepentir. Una vez leí en un libro que, cuando miramos hacia atrás en el tiempo, podemos ver cómo todos nuestros actos nos llevan de forma precisa al lugar donde estamos en la actualidad.

La curiosidad, la perseverancia y las ganas de mejorar la salud de más personas me llevaron a abrir mi negocio, formarme profesionalmente, ser una voz diferencial dentro de este congestionado y sucio gremio de la cosmética.

Por eso, como te dije en un comienzo, Familia Comepasto, más allá de ser una tienda de productos de cuidado personal, busca ser una comunidad donde difundimos temas en torno al autocuidado en todas sus formas. Muchas veces me han criticado personas que no se dedican a nada trascendente, porque mis acciones nunca van a cambiar el mundo. Eso lo sé. ¿Y sabes algo? No me importa. Porque han cambiado la vida de miles de personas que encontraron en Familia Comepasto lo que estaban buscando.

Nunca subestimemos el alcance de las acciones individuales, el cambió sí está en nuestras manos, tal vez no de forma absoluta, pero sí de una forma profunda y trascendente. Si poco a poco más personas ponen sus ojos en nuevas formas de reducir su impacto sobre el planeta, en consumir de forma más consciente, en no dejarse llevar por estándares de belleza irreales e inalcanzables, estoy segura de que el panorama comenzará a cambiar.

Sé que no puedo transformar el mundo sola, por eso quiero unirme a ti, para intentarlo juntas.

¿Quieres conocer más sobre este proyecto? Ingresa en www.familiacomepasto.com 

Pd: si puedes contestar a este correo, sería fantástico. Me ayudaría un montón. Cuéntame por qué estás aquí y qué te gustaría aprender. Estaré encantada de leerte.